viernes, 9 de diciembre de 2011

Europa en el siglo XVI




ESTADOS PRINCIPALES:
                  Hacia 1600 destacan en Europa 2 grandes potencias: la Casa de Francia y la Casa de Austria, dividida en la rama española y la rama austríaca desde 1556. Al Este se extiende el Imperio otomano, que representa una amenaza constante para los Estados cristianos.
Francia: Era el país más poblado de Europa y uno de los más ricos. Apenas terminadas las guerras de religión, se recuperó rápidamente gracias a la política hábil y activa de Enrique IV, quien se esforzó a duras penas por restablecer la paz religiosa concediendo a los protestantes un estatuto de tolerancia (Edicto de Nantes, 1598) y en restaurar la autoridad real frente al clero, la alta nobleza, sometidos en apariencia y bajo coacción a la autoridad real, y los parlamentarios, cada vez más independientes. Forzó a España a firmar la paz (Tratado de Vervins, 1598) y reforzó las fronteras del E. haciendo que el duque de Saboya le cediese varias plazas (Tratado de Lyon, 1601), pero la caprichosa política de éste, que dominó los pasos alpinos desde el lago de Ginebra a Niza, constituyó una preocupación constante. En el N. y NE., Francia se vio amenaza frente a los Países Bajos y el Franco Condado español. Lorena siempre estaba dispuesta a aliarse con enemigos de Francia, tanto internos como externos, a pesar de la ocupación francesa de los Tres Obispados: Metz, Toul y Verdún. El S. fue muy vulnerable porque el Rosellón era dominio español.
La Casa de Austria en Madrid: A la muerte de Felipe II, a quien sucedió su hijo Felipe III, el poder territorial de los Habsburgo seguía siendo considerable. El rey de España era dueño de toda la Península Ibérica tras la anexión de Portugal (1580), dominaba la cuenca occidental del Mediterráneo gracias a sus posesiones insulares (Baleares, Sicilia, Cerdeña) e italianas (reino de Nápoles, puertos toscanos, ducado de Milán), algunas plazas en la costa de África (Tánger, Ceuta, Melilla, Orán). De la herencia española conservaba el Franco Condado y el S. de los Países Bajos (Flandes, Brabante, Hainaut, Artois, Cambrésis y Luxemburgo). Fuera de Europa poseía un inmenso imperio colonial de origen español (América Central y Sur, Filipinas) y portugués (Brasil, factorías en las costas de África y Asia). Para defender estas enormes posesiones disponía de un importante contingente militar: el ejército con la famosa infantería de los “tercios” y la flota, reconstruida tras el desastre de la Armada Invencible, estaban considerados entre los primeros a pesar de algunos desastres como el de las Provincias Unidas. La monarquía poseía una sólida estructura administrativa gracias a Felipe II. Madrid era la capital política y pronto se convirtió en residencia habitual de la Corte. La civilización española conoció su “Siglo de Oro” gracias a sus pintores, arquitectos, dramaturgos, escritores, teólogos y místicos. Sirvió de modelo a gran parte de Europa y estuvo al servicio de la fe católica.
Pero la monarquía española también tuvo graves fallos: ausencia de unidad y de cohesión que se manifestaron en sentimientos separatistas en el exterior de la Península (Italia, Países Bajos) y el interior (Cataluña, Portugal); insuficiencia demográfica agravada por la emigración a las colonias; dificultades monetarias y financieras a pesar de la plata del Nuevo Mundo; decadencia de la actividad económica; revuelta de los Países Bajos y reconocimiento implícito de la independencia de las Provincias Unidas (tregua de los Doce Años).
                 La casa de Austria en Viena: Su poder les venía de sus dominios personales, de los reinos electivos de Hungría y Bohemia y de la dignidad imperial. Los dominios personales ( o Estados patrimoniales) comprendían: la Alta y la Baja Austria, Estiria, Carintia y Carniola, el Tirol, Moravia, Silesia y las tierras de Brisgau y del Sundgau o Alta Alsacia. A partir de 1526, los Habsburgo serán dueños a título electivo de los países de la corona de Bohemia (Bohemia, Moravia, Silesia, Lusacia) y del reino de Hungría (sólo una pequeña parte, la llamada “Hungría real” porque el resto y la capital, Buda, estaban en manos de los turcos). Esta situación hará de los Habsburgo los centinelas de Europa frente a los turcos. El Imperio englobó Alemania, Austria, Bohemia y la antigua Lotaringia (Países Bajos, Lorena, Franco Condado, Alsacia y Saboya, los Cantones suizos y una gran parte del Norte de Italia). Pero todo este conjunto estaba fragmentado en varios centenares de Estados cuyos príncipes se consideraban a sí mismos soberanos y constituían 3 cuerpos o “colegios”:
              Las posesiones imperiales eran muy extensas pero sin riqueza y cohesión; las religiones e instituciones fueron muy abigarradas, tuvo súbditos eslavos y húngaros. Como emperador, tuvo gran prestigio pero la decadencia de las instituciones imperiales, la creciente importancia de algunos Estados alemanes (Brandenburgo, Sajonia y Baviera) y las dificultades por el Estatuto religioso tendieron a reducir su poder real en el Imperio. Las querellas de sucesión que marcaron el fin del reinado del emperador Rodolfo II y que le enfrentaron contra su hermano Matías y su primo Fernando, duque de Estiria, complicaron más el problema.
Pero, a pesar de estas dificultades y de los primeros signos de decadencia española, la estrecha unión que hubo entre los Habsburgo de Viena y los de Madrid -matrimonios entre las 2 ramas -política europea común para la defensa del catolicismo -dominios limítrofes o vecinos-, continuó haciendo temible a la Casa de Austria.
Además, algunos dominios españoles y austríacos fueron limítrofes en algunos puntos (Franco Condado y Alsacia) o vecinos (Milanesado y Tirol y las rutas militares españolas hacia los rebeldes Países Bajos desde Italia atravesaron tierras austríacas o alemanas.

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