domingo, 11 de diciembre de 2011

Lección expuesta en clase.

Después de relatar todo lo que había hecho en su reinado y con lágrimas en los ojos, Carlos I acababa su discurso de despedida para dar la palabra a Felipe.  Los numerosos conflictos que habían oprimido a Carlos esos últimos años habían provocado finalmente la abdicación al trono de este: las batallas por los territorios alemanes por una parte, y los problemas interiores relacionados con los escasos recursos y las revueltas por la otra habían hecho acuciante la necesidad de un cambio monárquico.
Poco después era el turno del heredero, Felipe II, y tras disculparse por su poca práctica a la hora de hablar español, explicó que sería su hombre de confianza quien daría el discurso por él. El emotivo ambiente que se había formado en la sala durante las palabras de Carlos se fue desvaneciendo ante la comprensión de que el hombre que iba a gobernarles durante, posiblemente, décadas, era un extranjero. En varias ocasiones Felipe II había asumido en  ausencia de su padre el control de los Países Bajos y Alemania, y esto había provocado que su relación con los Reinos de Castilla y Aragón fuese mínima, lo que le hacía un extraño ante los ojos de las personas que llenaban la sala.
Felipe II heredaba así, de su padre, un Imperio en un proceso de disgregación, tanto a nivel interior como a nivel internacional. El movimiento de las Comunidades y el de las Germanías afectaban a una gran parte de la península, y comenzaban un problema que llevaría a un intento de separación por parte de Cataluña y Aragón, además de a fuertes tensiones entre clases sociales. Con países exteriores los problemas no fueron menos: los ejércitos francés y español debían luchar continuamente por la defensa de los Países Bajos, lo que a pesar de aumentar los dominios españoles, produjo enormes pérdidas económicas. Además, permanecían latentes otros conflictos, armados en el mediterráneo y religiosos en regiones protestantes de todo el Imperio.
Los conflictos entre Castilla y el resto de los reinos peninsulares habían comenzado ya con el descubrimiento de América en 1492. Mientras todas las riquezas procedentes del “nuevo continente” iban a parar a Castilla, Aragón quedaba relegado a un segundo plano y no tomaba parte en la obtención de estas.
Ya avanzado el mandato de Felipe II, las diferencias entre Castilla y Aragón llegaron a su punto máximo. Los aragoneses habían estado molestos desde la unificación del Imperio Español con los Reyes Católicos, ya que los Monarcas mantenían un gobierno Centralista, además de Absolutista. En 1591, acusado de traición y asesinato, Antonio Pérez, un antiguo secretario del rey, fue llamado a prisión por Felipe. Este se aferró a su ascendencia aragonesa protegiéndose en el derecho foral, resultado de las diferencias políticas entre los distintos territorios. Para poder detenerle, Felipe II acudió a la Inquisición acusando a Antonio Pérez de hereje, ya que esta constituía el único órgano vigente en todas las regiones. Pero esto era algo que el Justicia Mayor de Aragón, harto de las incursiones de Castilla en sus políticas, no quiso permitir; provocando la furia del rey. Pronto Zaragoza, donde se había refugiado Antonio, fue sorprendida por la intrusión del ejército, que detuvo y ejecutó al Justicia Mayor, el cual se había colocado al frente de las protestas. Antonio huyó a los Pirineos, finalizando así las Alteraciones de Aragón y las sublevaciones en la región.
Tras la muerte de Felipe II, ascendía al trono su hijo, Felipe III, con el cual el Imperio Español alcanzaba su mayor expansión territorial; lo que complicó el reparto del poder entre los diversos reinos.  Su reinado supuso una relajada transición entre los problemas territoriales de su padre y su abuelo y la decadencia de los siguientes reinados. Con Felipe III, España firmó diversas paces, denominándose a este período como la Pax Hispánica. Pero a pesar de todos sus esfuerzos por unificar los territorios españoles, al final de su reinado, en 1618, estallaba la Guerra de los Treinta Años. Esta, que pronto se había expandido por toda Europa, era el apogeo de todos los conflictos religiosos, políticos y sobre todo territoriales entre el Imperio Español y el resto de reinos europeos.
Cinco años después del comienzo de la Guerra, con solo dieciséis años Felipe IV subía al trono, heredando una España, como ya se dijo, en decadencia. A pesar de encontrarse la Guerra en un punto crítico, el valido del nuevo rey, el Conde-Duque de Olivares, trataba a duras penas de mantener la hegemonía en España. Pronto se había hecho inviable enviar refuerzos a Flandes, terminando la situación de la monarquía en los Países Bajos. Además, estos se habían aliado con Inglaterra, comenzando una guerra particular entre esta y España. Con Francia, la situación no era mucho mejor, ya que en 1635 Luis XIII declaró otra guerra a España, terminando esta con la victoria española. De todas formas, al año siguiente, tras un fallido intento de conquista de París por parte del hermano de Felipe IV, Francia envió a sus tropas a los Pirineos.
Mientras tanto, el final de la Guerra de los 30 años con la Paz de Westfalia suponía el principio del fin de la hegemonía española, ya que los protestantes del norte de Europa (los Países Bajos) se hicieron definitivamente independientes. Años después la guerra con Francia finalizaba con la Paz de los Pirineos, en la que España perdió el Rosellón y parte de Cerdeña.
Otra de las pérdidas territoriales fue la de Portugal, que finalmente aprovechaba los problemas de la Corona española independizándose en 1640 formándose el Imperio Portugués. Políticamente, Portugal siempre se había asegurado una separación política y soberana de España, por temor a que estos trataran de sacrificar los intereses de los portugueses a los suyos.

Mapa europa finales del siglo XIX

La sociedad europea había alcanzado profundas transformaciones en relacion con la situación de principios del siglo XIX.La educación mejoró muchísimo y la alfabetización llegaba a cuotas nunca vistas.Las ideas que nacieran de la Revolución francesa habían llegado a todos los países europeos.La Revolución francesa se debió a las dificultades económicas que acosaban a la sociedad del antiguo régimen. Aunque las causas inmediatas y próximas de la Revoluión eran peculiares a Francia, especialmente la crisis financiera del gobierno.Esta revolución fue un intento de encontrar respuesta a las dificultades económicas de la sociedad el siglo XVIII en general.
La sociedad paso de la exclusividad de la agricultura a una estructura dual entre el agrario y la manufactura.
La invención de numerosas máquinas sustituyó en mucas ocasiones la fuerza de trabajo por las máquinas.La industralización también mejoró transportes y comunicaciones. La mano de obra se desplazó hacía la ciudad.Millones de personas marcharon con escasemente lo sufiente para superar el viaje y al llegar a sus destinos se encontraron abandonados y expuestos a todo tipo de explotaciones.
Frente al avance industrial del maquinismo los salarios siguieron siendo bajos a lo largo de todo el siglo, con la consecuencia de que estaban al límite de la supervivencia,mientras, las industrias se iban capitalizando con las ganancias de las sociedades por acciones.

Mapa de Europa a principios del S.XIX.

comienzos del siglo XIX, el emperador de Francia, Napoleón Bonaparte había vencido a sus países enemigos -Austria, Rusia y Prusia-, menos a Inglaterra. Y, para impedir el comercio británico con Europa, ordenó el bloqueo continental a las embarcaciones inglesas.
Portugal era aliado de Gran Bretaña. Por esa razón, se negó a participar del bloqueo. en respuesta, los franceses invadieron territorio portugués. La Corte lusitana se refugió en su colonia americana del Brasil donde permaneció hasta 1821.a en la Península Ibérica, las fuerzas francesas se apoderaron también de España. El rey Fernando VII quedó en manos del emperador francés. En nombre del monarca cautivo, los españoles reaccionaron a la invasión. Para luchar por la reconquista de su territorio formaron juntas en distintas ciudades, coordinados después por una Junta Central en Sevilla.
En la Campaña de Rusia, el ejército napoleónico sufrió muchas bajas a causa del frío. Finalmente, en octubre de 1813 fue derrotado por los aliados -Austria, Rusia y Prusia- en Leipzig. El 31 de marzo de 1814 los vencedores entraron a París. Napoleón fue desterrado a la Isla de Elba, cerca de la costa italiana. Así se inició en Francia la Restauración bajo el reinado de Luis XVIII.
Napoleón logró escaparse en marzo de 1815. Entró triunfalmente a París e inició así el período de los Cien Días. Derrotado en Waterloo el 18 de junio de 1815 lo enviaron a la Isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur. Allí murió en 1821. Vencido Napoleón, los representantes de los Estados europeos se reunieron en el Congreso de Viena que fijó los límites de los países del continente europeo. Francia volvió a las fronteras que tenía antes de la revolución de 1879.
En Francia, el rey Luis XVIII, inició en 1814 la Restauración jurando una "Carta". A partir de ese momento, los súbditos tendrían algunas concesiones: · Elecciones para cargos públicos.

· Libertad religiosa y de prensa.

· Las cargas impositivas se distribuirían entre todos los ciudadanos.

· A Luis XVIII lo sucedió en 1824 su hermano, Carlos X. Seis años después, al disolver la cámara de diputados y no respetar la libertad de prensa provocó el estallido de la revolución que entronizó a Luis Felipe de Orleáns (Luis Felipe ).
La Revolución Francesa de 1830, provocó una reacción en cadena en otros lugares de Europa: Bélgica se independizó de Holanda, y Polonia de Rusia. Luis Felipe reinó con el apoyo de la burguesía liberal integrada por comerciantes e industriales. Pero el rey restringió la libertad de prensa cuando estos sectores empezaron a reclamar el sufragio universal -el derecho de todos los ciudadanos a votar-, y los socialistas pretendieron expropiar las riquezas a los capitalistas. Fue el comienzo de la Revolución de 1848.
Luis Felipe fue desplazado por un Gobierno Provisional Republicano que intentó combatir el desempleo a través de talleres nacionales. Pero fracasaron. Y, cuando fueron disueltos, se produjo un estallido social. Entonces, fue electo presidente Luis Napoleón -sobrino de Napoleón Bonaparte-. A través de un plebiscito restableció el Imperio y asumió como Napoleón III. Durante su gobierno, embelleció y modernizó a París. La mayoría de las grandes capitales copiaron su modelo monumentalista con grandes avenidas.
Durante la guerra franco prusiana cayó el gobierno de Napoleón III: se proclamó la Tercera República Francesa. París se rindió ante las fuerzas alemanas en enero de 1871. En el Palacio de Versalles, al rey Guillermo I de Prusia lo proclamaron emperador de Alemania unificada. Como consecuencia de la guerra, los estados del sur reconocieron el liderazgo del rey de Prusia,. Ya tenía la adhesión de la confederación de estados de Alemania del Norte.
También Italia se convirtió en un Estado nacional unificado. Víctor Manuel fue rey de la península desde 1861. Mientras tanto, Inglaterra era la gran potencia europea que competía con Estados Unidos. Alemania se convirtió en su principal rival en el plano industrial.

Mapa de Europa S. XVII después del T.Utrecht.



El Tratado de Utrecht, también conocido como Paz de Utrecht o Tratados de Utrecht y Rastadt, es una serie de tratados multilaterales firmados por los países beligerantes en la Guerra de Sucesión Española entre los años 1712 y 1714 en esas ciudades de los Países Bajos y Alemania, respectivamente. Se consideran el fin de la guerra, aunque simultánea y posteriormente a su firma continuaron las hostilidades (por ejemplo, en España). En este tratado, Europa cambió su mapa político.
Tras unas conversaciones preparatorias en Londres entre Francia y Gran Bretaña, el congreso se abrió en la ciudad holandesa de Utrecht en enero de 1712. Los resultados fueron los siguientes:
Armisticio de Francia y España con Gran Bretaña (agosto de 1712), seguido de los tratados de paz entre Gran Bretaña y Francia (abril de 1713) y entre Gran Bretaña y España (julio de 1713).
Firma de tratados entre Francia y las Provincias Unidas, Brandeburgo, Portugal y el ducado de Saboya (julio de 1713).
Firma de tratados entre España y el ducado de Saboya (julio de 1713), las Provincias Unidas (julio de 1714) y Portugal (febrero de 1715).
Firma de convenios comerciales entre Gran Bretaña y España (marzo y diciembre de 1714, diciembre de 1715 y mayo de 1716).
Como balance global, la serie de tratados supuso los siguientes acuerdos:


Mapa político de Europa después del tratado.
Gran Bretaña toma Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra (cedidas por España), Nueva Escocia (Acadia), la bahía de Hudson y Terranova (cedidas por Francia), la isla de San Cristóbal en el Mar Caribe, el asiento de negros1 (un monopolio de treinta años sobre el tráfico de esclavos negros con la América española) y el navío de permiso, así como el derecho de asiento (concedidos por España).
La Casa de Saboya ve devueltas Saboya y Niza (ocupadas por Francia durante la guerra) y recibe Sicilia (cedida por España).2 Con la posesión de Sicilia recibe el título de rey que, con diversas denominaciones, tendría en adelante la casa de Saboya (primero reyes de Sicilia, luego reyes de Cerdeña y finalmente reyes de Italia).
Las Provincias Unidas reciben la "barrera" flamenca (una serie de fortalezas en el norte de los Países Bajos españoles que el Imperio ayudó a financiar), cedida por Felipe V de España.
Brandeburgo recibe Güeldres del Norte (cedido por el rey de España) y la "barrera" de Neuchâtel (cedida por Francia), además de su transformación en reino con el nombre de Prusia. Federico Guillermo I fue su primer rey.
Portugal obtiene la devolución de la Colonia del Sacramento, ocupada por España durante la guerra.
Carlos VI de Austria obtiene los Países Bajos españoles, el Milanesado, Nápoles, Flandes y Cerdeña (cedidos por el rey de España). El Archiduque Carlos de Austria, ahora emperador, abandona cualquier reclamación del trono español en 1725.
Francia reconoce la sucesión protestante en Inglaterra y se compromete a no apoyar a los pretendientes Estuardo. También se compromete a demoler las fortificaciones de Dunquerque y a cegar su puerto y obtiene definitivamente el principado de Orange (en Provenza).
Felipe V (Felipe de Anjou) obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de todos los países firmantes, en tanto que se establece una cláusula que prohíbe que el rey de España y el de Francia sean una misma persona.3
Además, las tropas austriacas se comprometen a evacuar las zonas de Cataluña, lo que realizan a partir del 30 de junio de 1713. Ante lo cual, la Junta General de Brazos (Brazo Eclesiástico, Brazo Militar y Brazo Real o Popular) acuerda la resistencia. A partir de este momento empezó una guerra desigual, que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona, Cardona y Castellciutat, al margen de los cuerpos de fusileros dispersos por el país. El punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan el sitio de Barcelona el 11 de septiembre del 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron diez meses más tarde (11 de julio del 1715).
Sin embargo, la lucha aún seguía entre Francia y el Imperio. El tratado de paz entre ambos se firma en Rastatt en marzo de 1714. Las fronteras entre ambos vuelven a las posiciones de antes de la guerra, salvo para la ciudad de Landau in der Pfalz (en el Palatinado Renano), que queda en manos francesas. Este tratado se suele incluir también dentro de la serie de tratados de Utrecht.
El gran beneficiario de este conjunto de tratados fue Gran Bretaña que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo cuantiosas ventajas económicas que le permitieron romper el monopolio comercial de España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las ambiciones territoriales y dinásticas de Luis XIV, y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los grandes costes de la contienda. El equilibrio de poder terrestre en Europa quedó, pues, asegurado, mientras que en el mar, Gran Bretaña empieza a amenazar el control español en el Mediterráneo con Menorca y Gibraltar.

Mapa de Europa S.XVII después del T.Westfalia.


El Tratado de Westfalia, es como se conoce a dos acuerdos alcanzados en las ciudades de Osnabrück y Münster en 1648, uno el 15 de mayo y el otro el 24 de octubre. Según estos tratados, se ponía fin a la guerra entre los estados beligerantes en Alemania, príncipes protestantes por un lado y Sacro Imperio y católicos por otro, y se concluía también el enfrentamiento que durante ochenta años enfrentaba a España con la República de los Siete Países Bajos. Fue, en resumen, el tratado que puso fin a la Guerra de los Treinta Añosa y la Guerra de los ochenta años entre España y los Países Bajos. 

En estos tratados participaron Fernando III de Habsburgo, los Reinos de España, Francia y Suecia, las Provincias Unidas y sus respectivos aliados entre los príncipes del Sacro Imperio Romano.

La Paz de Westfalia dio lugar al primer congreso diplomático moderno e inició un nuevo orden en el centro de Europa basado en el concepto de soberanía nacional.

M Imperio Español en época de Felipe II


 Felipe II, el Prudente, nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527, hijo del emperador Carlos V y de Isabel de Portugal. Ya desde muy joven fue preparado para ser rey; de ello se encargaron Juan Martínez Silíceo y Juan de Zúñiga. Su padre también le educó y preparó en política y diplomática, dejándole como regente durante sus ausencias en 1543 y 1551.
     Asumió el trono español tras la abdicación de Carlos I en 1556 y hasta 1598 gobernó el vastísimo imperio integrado por Castilla, Aragón, Cataluña, Navarra, Valencia, el Rosellón, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, Portugal y su imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas.
     Después de viajar por Italia, los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los Estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la Corte madrileña con gran empeño.
     La monarquía de Felipe II se apoyaba en un gobierno de consejos, secretarios reales y una poderosa administración centralizada aunque las bancarrotas, las dificultades económicas y los problemas fiscales fueron las principales características del reinado.
      Los problemas internos del reinado de Felipe II están marcados principalmente por dos hechos: la muerte en 1568 del príncipe heredero Carlos, que había sido arrestado debido a sus contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida por parte de la nobleza contra Felipe. La figura del secretario Antonio Pérez fue muy notoria en el Gobierno hasta que fue destituido y acusado de corrupción.
     En política exterior, el monarca se preocupó en mantener y proteger su Imperio; prueba de ello fueron los matrimonios que contrajo: se casó por primera vez con María de Portugal en 1543 y tras su muerte, con María I Tudor, reina de Inglaterra, en 1554. Su tercer matrimonio fue con la francesa Isabel de Valois en 1559 y al quedarse nuevamente viudo y sin herederos varones, se casó por cuarta vez, en 1570, con su sobrina Ana de Austria, madre del sucesor al trono español, Felipe III.
     La unidad religiosa estuvo muy presente en todos los aspectos de la vida de Felipe II, unidad de una fe que se veía amenazada por las incursiones berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Para hacer frente al Imperio Otomano se constituyó la llamada Liga Santa integrada por una serie de Estados como Venecia, Génova y el Papado.
     En 1565, a pesar de la victoria frente a los berberiscos en Malta, continuó la hostilidad con los otomanos. Don Juan de Austria, al mando de la flota naval, obtuvo una gran victoria, aunque no la definitiva, en la batalla de Lepanto en 1571. En el interior peninsular también se produjeron sublevaciones moriscas como, por ejemplo, en las Alpujarras granadinas.
     Durante su reinado, Felipe II tuvo que afrontar numerosos conflictos externos: España luchó con Francia por el control de Nápoles y el Milanesado; y debido al elevado gasto económico de estas pugnas, pactaron la paz en Cateau-Cambrésis en 1559.
     Las relaciones con Inglaterra y la lucha de ambos países por el control marítimo chocaron a partir de la muerte de la esposa de Felipe II, María Tudor. La hostilidad concluyó en 1588 con la derrota de la Armada Invencible, capitaneada por el duque de Medina-Sidonia, hecho que marcó el inicio del declive del poder naval español en el Atlántico.
     Tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso generado en los Países Bajos. Ninguno de sus gobernadores consiguió mitigar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas.
     A pesar de todos estos problemas, Felipe II logró un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar. Completó la obra unificadora iniciada por los Reyes Católicos. Se apartó la nobleza de los asuntos de Estado, siendo sustituida por secretarios reales procedentes de clases medias al mismo tiempo que se dio forma definitiva al sistema de Consejos. Se impuso prerrogativas a la Iglesia, se codificaron leyes y se realizaron censos de población y riqueza económica.

Mapa reinos cristianos/ musulmanes alta edad media

Durante este largo período, reinos cristianos y musulmanes coexistieron y lucharon en el territorio peninsular.
Podemos distinguir diversas fases:
Primera etapa (siglos VIII-X)
Desde las primeras escaramuzas de importancia, como la victoria cristiana en Covadonga (722) se abre un largo período en el que los núcleos cristianos del norte consolidan su territorio y avanzan tímidamente hacia el sur. El reino asturiano alcanzó la línea del Duero en el año 910. Esto llevó a que Ordoño II (914-924) trasladara a León  el centro político del reino. A partir de entonces se comienza a hablar de reino astur-leonés, y después de reino de León.
Segunda etapa (siglos XI y primera mitad del XII)
Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los Reinos Taifas, León y Castilla rebasan la Cordillera Central y ocupan la cuenca del Tajo. Toledo se reconquista en 1085. La ocupación del reino de Toledo significó la incorporación a su reino del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo. Al final de la Edad Media, la península estaba repartida en cuatro reinos cristianos:Castilla, Aragón, Navarra y Portugal y el reino musulmán de Granada.

Mapa divisiones pueblos prerromanos




Los Pueblos Prerromanos

Tartesos
Civilización muy brillante que se desarrolló en el suroeste peninsular en la primera mitad del primer milenio a.C.
Rodeada aún de misterio. Textos griegos y bíblicos hablan de una civilización muy rica.
De cualquier manera, se piensa Tartesos tuvo un importante comercio que benefició a una poderosa aristocracia. A mediados del primer milenio, Tartesos se derrumbó.
Los Iberos: los pueblos del sur y del este
En la zona mediterránea y meridional se asentaron diversos pueblos que rasgos comunes. Muy posiblemente con una lengua común o similar.
El contacto con los colonizadores impulsó su desarrollo cultural. Tenían una economía agrícola-ganadera que también practicaba el comercio y la minería. Tenían pequeñas ciudades en zonas fácilmente defendibles y poseían una sociedad muy jerarquizada.
Los pueblos del centro y del oeste
Aquí la influencia de los colonizadores mediterráneos llegó muy débilmente y la presencia celta (pueblos de lengua indoeuropea) fue importante. "celtíberos"
Su economía era agrícola-ganadera, 
tuvieron una gran importancia en el arte.
Los pueblos del norte
Galaicos, astures, cátabros, várdulos, vascones.... se asentaron desde Galicia al Pirineo aragonés.
Pueblos muy atrasados, tenían una economía basada en la ganadería, la recolección y la pesca. El peso de la agricultura era escaso.
Como restos arqueológicos, destacan los castros, poblados de viviendas circulares construidos por los galaicos. Un buen ejemplo es el Castro de Coaña.

Mapa divisiones administrativas Hipania Romana

Después de las guerras civiles las "hispanias" tuvieron una vida relativamente tranquila hasta el siglo IV d. C.. Durante este periodo se organiza la vida peninsular y se consolida la división administrativa y el poder incuestionable del Imperio.En el siglo II a. C. la Península Ibérica estaba dividida en dos zonas: Citerior ( la de más acá, en relación a su cercanía de Roma) y la Ulterior ( o de más allá). 

Más adelante se impuso una nueva reorganización en el siglo I a. C.: Hispania dividirá en tres provincias: Lusitania,Tarraconensis y Baetica.
En el siglo III d. C. , en plena crisis final del imperio, se procederá a una última reorganización en diócesis: surge la Carthaginensis y laGallaecia, aumentándose el área de influencia de la Bética también al norte de África.

Así, al final del Imperio, la división de Hispania quedaba así:
 TARRACONENSIS: Se creó durante el Imperio, con capital en Tarraco, y permaneció casi sin variación hasta el final de la dominación romana.
CARTHAGINENSIS : Se creó durante el Imperio a partir de la TARRACONENSIS. Su capital eraCartago Nova, la actual Cartagena.
 BAETICA: Con capital en Corduba, la actual Córdoba, era una de las provincias más ricas. Estaba habitada por los turdetanos.
LUSITANIA : Patria de Viriato. Su capital era Emerita Augusta, la actual Mérida.
GALLAECIA: Fue creada a partir de la Tarraconensis y equivale actualmente a Galicia.



viernes, 9 de diciembre de 2011

Europa en el siglo XVI




ESTADOS PRINCIPALES:
                  Hacia 1600 destacan en Europa 2 grandes potencias: la Casa de Francia y la Casa de Austria, dividida en la rama española y la rama austríaca desde 1556. Al Este se extiende el Imperio otomano, que representa una amenaza constante para los Estados cristianos.
Francia: Era el país más poblado de Europa y uno de los más ricos. Apenas terminadas las guerras de religión, se recuperó rápidamente gracias a la política hábil y activa de Enrique IV, quien se esforzó a duras penas por restablecer la paz religiosa concediendo a los protestantes un estatuto de tolerancia (Edicto de Nantes, 1598) y en restaurar la autoridad real frente al clero, la alta nobleza, sometidos en apariencia y bajo coacción a la autoridad real, y los parlamentarios, cada vez más independientes. Forzó a España a firmar la paz (Tratado de Vervins, 1598) y reforzó las fronteras del E. haciendo que el duque de Saboya le cediese varias plazas (Tratado de Lyon, 1601), pero la caprichosa política de éste, que dominó los pasos alpinos desde el lago de Ginebra a Niza, constituyó una preocupación constante. En el N. y NE., Francia se vio amenaza frente a los Países Bajos y el Franco Condado español. Lorena siempre estaba dispuesta a aliarse con enemigos de Francia, tanto internos como externos, a pesar de la ocupación francesa de los Tres Obispados: Metz, Toul y Verdún. El S. fue muy vulnerable porque el Rosellón era dominio español.
La Casa de Austria en Madrid: A la muerte de Felipe II, a quien sucedió su hijo Felipe III, el poder territorial de los Habsburgo seguía siendo considerable. El rey de España era dueño de toda la Península Ibérica tras la anexión de Portugal (1580), dominaba la cuenca occidental del Mediterráneo gracias a sus posesiones insulares (Baleares, Sicilia, Cerdeña) e italianas (reino de Nápoles, puertos toscanos, ducado de Milán), algunas plazas en la costa de África (Tánger, Ceuta, Melilla, Orán). De la herencia española conservaba el Franco Condado y el S. de los Países Bajos (Flandes, Brabante, Hainaut, Artois, Cambrésis y Luxemburgo). Fuera de Europa poseía un inmenso imperio colonial de origen español (América Central y Sur, Filipinas) y portugués (Brasil, factorías en las costas de África y Asia). Para defender estas enormes posesiones disponía de un importante contingente militar: el ejército con la famosa infantería de los “tercios” y la flota, reconstruida tras el desastre de la Armada Invencible, estaban considerados entre los primeros a pesar de algunos desastres como el de las Provincias Unidas. La monarquía poseía una sólida estructura administrativa gracias a Felipe II. Madrid era la capital política y pronto se convirtió en residencia habitual de la Corte. La civilización española conoció su “Siglo de Oro” gracias a sus pintores, arquitectos, dramaturgos, escritores, teólogos y místicos. Sirvió de modelo a gran parte de Europa y estuvo al servicio de la fe católica.
Pero la monarquía española también tuvo graves fallos: ausencia de unidad y de cohesión que se manifestaron en sentimientos separatistas en el exterior de la Península (Italia, Países Bajos) y el interior (Cataluña, Portugal); insuficiencia demográfica agravada por la emigración a las colonias; dificultades monetarias y financieras a pesar de la plata del Nuevo Mundo; decadencia de la actividad económica; revuelta de los Países Bajos y reconocimiento implícito de la independencia de las Provincias Unidas (tregua de los Doce Años).
                 La casa de Austria en Viena: Su poder les venía de sus dominios personales, de los reinos electivos de Hungría y Bohemia y de la dignidad imperial. Los dominios personales ( o Estados patrimoniales) comprendían: la Alta y la Baja Austria, Estiria, Carintia y Carniola, el Tirol, Moravia, Silesia y las tierras de Brisgau y del Sundgau o Alta Alsacia. A partir de 1526, los Habsburgo serán dueños a título electivo de los países de la corona de Bohemia (Bohemia, Moravia, Silesia, Lusacia) y del reino de Hungría (sólo una pequeña parte, la llamada “Hungría real” porque el resto y la capital, Buda, estaban en manos de los turcos). Esta situación hará de los Habsburgo los centinelas de Europa frente a los turcos. El Imperio englobó Alemania, Austria, Bohemia y la antigua Lotaringia (Países Bajos, Lorena, Franco Condado, Alsacia y Saboya, los Cantones suizos y una gran parte del Norte de Italia). Pero todo este conjunto estaba fragmentado en varios centenares de Estados cuyos príncipes se consideraban a sí mismos soberanos y constituían 3 cuerpos o “colegios”:
              Las posesiones imperiales eran muy extensas pero sin riqueza y cohesión; las religiones e instituciones fueron muy abigarradas, tuvo súbditos eslavos y húngaros. Como emperador, tuvo gran prestigio pero la decadencia de las instituciones imperiales, la creciente importancia de algunos Estados alemanes (Brandenburgo, Sajonia y Baviera) y las dificultades por el Estatuto religioso tendieron a reducir su poder real en el Imperio. Las querellas de sucesión que marcaron el fin del reinado del emperador Rodolfo II y que le enfrentaron contra su hermano Matías y su primo Fernando, duque de Estiria, complicaron más el problema.
Pero, a pesar de estas dificultades y de los primeros signos de decadencia española, la estrecha unión que hubo entre los Habsburgo de Viena y los de Madrid -matrimonios entre las 2 ramas -política europea común para la defensa del catolicismo -dominios limítrofes o vecinos-, continuó haciendo temible a la Casa de Austria.
Además, algunos dominios españoles y austríacos fueron limítrofes en algunos puntos (Franco Condado y Alsacia) o vecinos (Milanesado y Tirol y las rutas militares españolas hacia los rebeldes Países Bajos desde Italia atravesaron tierras austríacas o alemanas.

martes, 6 de diciembre de 2011

Imperios de Carlos I y Felipe II






El imperio universal de Carlos I abarca la Corona de Castilla con todos sus dominios, la Corona de Aragón con todos sus dominios, Franco Condado, Flandes, Austria con sus dominios y los derechos a ser coronado emperador del Sacro Imperio. En 1517 es coronado rey de las Coronas de Castilla y Aragón y en 1519 obtiene el título de emperador.
En su política interna se le plantean diversos problemas. En la Corona de Castilla pide el cobro de nuevos subsidios para la elección imperial y las Cortes le imponen como condición que expulse a las autoridades extranjeras y permanezca más tiempo en Castilla. El monarca tiene que partir rápidamente y las principales ciudades se rebelan. Se forman las comunidades, gobiernos municipales extraordinarios. Lo que consigue es que la alta nobleza y el alto clero se aparten de los comuneros. Éstos, la baja nobleza y la burguesía quedan moralmente hundidos y sin los recursos materiales que les hubiera proporcionado la alta nobleza. Finalmente Carlos I gana, se refuerza la alianza entre la nobleza y la burguesía y las cortes quedan prácticamente disueltas.
Otro problema que se le plantea al emperador es el de las germanías, asociaciones de gremios. Los gremios estaban armados contra un posible ataque turco. Durante aquella época había un brote de peste y la nobleza había abandonado la ciudad y huido a núcleos urbanos menos poblados. Por este motivo el pueblo aprovecha la ocasión para tomar cuentas contra la nobleza opresora. Exigen representación ante el emperador y en el gobierno municipal. Sin embargo, al final Carlos controla la situación.
En general cabe resaltar la incapacidad de Carlos al gobernar un imperio tan grande de lograr la unidad entre sus súbditos. Esto se debía principalmente al descontento general por los altos impuestos necesarios para la política imperial.
La política externa de Carlos I tiene como principal objetivo manifestar la supremacía de la dignidad imperial frente a las monarquías nacionales. Además pretende la unidad religiosa y pública en los estados componentes del imperio.
Hechos claves en su política externa son por ejemplo la lucha contra los turcos. Carlos mantiene una disputa permanente con Francia por distintos territorios. Él reclamaba la Borgoña francesa y Francisco I quería Navarra y Milán. La batalla determinante se desata en Pavía. Allí cae prisionero el rey francés y Carlos le libera con la condición de que le entregue la Borgoña y desista en su intento de conquistar Milán. Pero una vez en Francia Francisco I no cumple lo dicho. Finalmente se firma un tratado, el Tratado de Cambray en el que acuerdan que Borgoña pertenece a Francia y Milán a Carlos.
El concilio de Trento llega demasiado tarde y Carlos emprende acciones bélicas contra los protestantes alemanes. El ataque se centra sobre todo en la zona de Sajonia. Inicialmente sale victorioso y los protestantes se disponen a firmar la Dieta de Augsburgo. Pero en el último momento se alían con Francia y luchan juntos contra la Corona española. En la paz de Augsburgo (1555) Carlos firma la libertad religiosa en los estados componentes del Imperio.

En 1.556 el emperador Carlos abdicó legando a su hijo Felipe II dejandole un imperio inorgánico.El imperio hispánico de Felipe II incluye la Corona de Castilla con todos sus dominios y la Corona de Aragón con todos sus dominios. A lo largo de su reinado consigue el reino de Portugal con todos sus dominios y colonias. También le pertenecen Franco Condado y los Países Bajos.

 Felipe II modernizó y reforzó la administración de la Monarquía Hispana, apartándola de las tradiciones medievales y de las aspiraciones de dominio universal que había representado la Monarquía Católica de su padre. Los órganos de justicia y de gobierno sufrieron notables reformas, al tiempo que la corte se hacía sedentaria. Desarrolló una burocracia centralizada, sobre la cual ejercía una supervisión directa y personal de los asuntos. La idea de la unidad religiosa marcó la política de Felipe II. Felipe II obtuvo una gran victoria, aunque no la definitiva, en la batalla de Lepanto en 1571. En el interior peninsular el monarca reprimió duramente las sublevaciones moriscas como, por ejemplo, en las Alpujarras granadinas. En Europa se enfrentó con Francia por el control de Italia (Nápoles y el Milanesado). La paz en Cateau-Cambrésis en 1559 fue favorable a los intereses españoles en la península italiana.

Tras la muerte de su esposa María Tudor, las relaciones se hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes protestantes en los Países Bajos. El intento de invadir la isla en 1588 con la Armada Invencible acabó con un gran fracaso que inició el declive del poder naval español en el Atlántico. Felipe II no pudo acabar tampoco con el conflicto político y religioso generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores pudieron impedir que la rebelión se asentara y llevara finalmente en el siglo XVII  a la independencia de las Provincias Unidas

Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, tras morir sin descendencia el rey portugués Sebastián.