jueves, 17 de mayo de 2012

Comentario "Falsas democracias"


Cae Ben Ali en Túnez (una dictadura ‘tuneada’ con adornos de falsa democracia), por la presión de la calle. La insurrección contra el alza de los precios se inició con un joven vendedor ambulante que se inmoló a lo bonzo por el atropello de un policía que le confiscó el carrito de verduras con el que se ganaba la vida. Así se desatan las más inesperadas transformaciones del mundo, con pequeños efectos mariposa de inocente apariencia. Acaba de iniciarse un nuevo formato de revolución a la tunecina, que en este umbral de la segunda década del siglo XXI amenaza extenderse por todo el Magreb, aquí al lado nuestro, incluidos Marruecos y Mauritania.
 
El ancho espacio geográfico de las dictaduras familiares árabes (falsas democracias) apadrinadas por Occidente (Túnez, Egipto, Argelia, Libia, Jordania, Yemen…) se tambalea bajo el seísmo de la insurgencia popular, que se vale de Facebook, Twiter, You Tube y el inseparable teléfono móvil, vehículos de un poder insospechado cada vez que son colgadas las imágenes de la represión. En Canarias somos testigos privilegiados (y pasivos, por suerte) de este proceso de violencia política. Nos salpican los desmanes de Marruecos con la población saharaui, porque desde la frustrada descolonización de mediados de los 70 hemos conservado lazos de simpatía con el pueblo invadido, y, sin embargo, mantenemos puentes de buena vecindad con el reino alauí.
 
Nos inquieta lo que pueda pasar tan cerca de nosotros, a menos de cien kilómetros. Sabemos que viene creciendo una ola de contestación social por la crisis (el alza de los precios de primera necesidad), una corrupción enquistada durante decenios, la restricción de libertades y la desigualdad social. Hasta nos incomoda, diría, la desidia de las potencias para prevenir y reconducir los problemas africanos, y evitar este estallido social, que en cierta forma es un aviso a navegantes a la soberbia Europa de ‘La France’ y la gran Germania. Somos, estas islitas acodadas al margen occidental de África, una pequeña voz de alerta al mundo occidental que sale de una profunda crisis, ante el riesgo de que el volcán árabe nos haga añicos todo atisbo de recuperación económica y de estabilidad social y política.
 
También a nosotros, europeos vecinos de África, nos va nuestro futuro en el desenlace de este nuevo conflicto. Parecían regímenes intocables. Europa y el Tío Sam han otorgado a estos gobiernos abusivos el derecho a saquear y adueñarse de los bienes de sus países durante generaciones, sin temor a ser fiscalizados desde fuera ni condenados por sus tropelías. El caso más reciente fue el asedio marroquí contra los saharauis en El Aaiún en noviembre sin la más leve represalia europea. Son gobiernos con vocación hereditaria que aspiran a perpetuarse familiarmente, como el de Rabat, y como el de Egipto y Libia, cuyos líderes, Mubarak y Gadafi, designan al sucesor descendiente. Estas revueltas son de nueva concepción, no parten de las organizaciones políticas convencionales, sino de sectores estudiantiles duchos en el uso de un arma poderosa: las nuevas tecnologías de la comunicación. Ahora, las protestas civiles contra los jerarcas del norte caliente de África se extienden a Jordania, Sudán y Arabia Saudí. Era impensable hace semanas que esos estados bajo el yugo de clanes invulnerables se desequilibraran ante el desafío de la calle viendo las barbas del vecino arder. Túnez y Egipto, dos destinos turísticos de primer orden, competencia directa de la africana Canarias adoptiva de Europa, viven horas de tensión por la subida de la cesta de la compra, que recuerda las revueltas del pan. Túnez era la finca privada de Ben Ali (23 años en el poder tras la era de Bourguiba, el padre de la democracia) y su insaciable esposa, una expeluquera que le dio el único hijo varón de dos matrimonios, que con cinco años ha sido hasta su fuga el entretenimiento favorito de un mandatario despreocupado y enfermo de la próstata.
 
Ben Ali no pudo resistir el pulso de la calle, este último mes de manifestaciones públicas con decenas de muertos, y su huida hacia delante, con la destitución del gobierno, la liberación de detenidos y la promesa de elecciones, no bastó, por lo que la huida se tornó real y dejó este viernes por aire el país abandonándolo a su suerte, como un cobarde acorralado, ante la negativa del ejército a un baño de sangre. La ‘Regenta’, como apodaban a la codiciosa primera dama, se ha quedado con las ganas de suceder al marido en el poder. Cabe averiguar qué ha sido de la fortuna familiar, cuál es su paradero. Este caos callejero en el Magreb comenzó, como ya se indicó, hace dos meses en El Aaiún, cuando los furiosos gendarmes de Mohamed VI desmantelaron salvajemente un campamento de 20.000 saharauis que, por esa vez, no pedían independencia, sino mejoras sociales (vivienda, empleo…).Las persecuciones arbitrarias de todo saharaui de la capital de la antigua colonia española, que siguieron al desalojo de las jaimas, cuyo balance de muertos, heridos y presos continúa siendo un misterio, ante la opacidad informativa impuesta por el régimen, sentaron, por lo que se ve, un peligroso precedente en toda la zona. Marruecos quedó marcada como una dictadura en la práctica, que viola los derechos humanos. Tanto España como Francia y el conjunto de la UE (que otorgó poco después ventajas agrícolas a Rabat y consolidó el estatuto avanzado de socio proferente al reino alauí), así como los Estados Unidos respaldaron, de facto, la versión marroquí de que no había pasado nada. Miraron para otro lado.
 
Los sucesos de Túnez obligan a mirar para donde hay que mirar: allí donde los gobiernos abusan de los ciudadanos hasta el día en que una gota colma el vaso y un vendedor ambulante se quema delante de una sede oficial porque le prohíben vender verduras. En estos momentos, la estabilidad política del Magreb, con la crispación popular de Argelia a imitación de Túnez y la extensión de la marea social a otros países del área, corre peligro. Durante la década de los años 10 de este siglo, las potencias avalaron a estas autocracias africanas amigas, con el pretexto de que eran útiles parachoques del fundamentalismo islamista y de la inmigración irregular. Ese argumento se ha caído por su propio peso. Al Qaeda en el Magreb opera y cobra los rescates que le pagan países como España o liquida a los rehenes cuando sus estados les atacan, como en el caso de Francia. La revolución de los jóvenes magrebíes, que ya ha tumbado al primer león de esta fauna corrupta, es un hito en la historia reciente de África. Estamos asistiendo al comienzo de un fenómeno imprevisto, cuyas armas son la movilización con ayuda de las redes sociales. Los primeros inmigrantes políticos comienzan a llegar a Canarias, donde este mes arribó una patera a Fuerteventura con sahararuis que escaparon de la persecución marroquí. Cinco de ellos, al menos, han conseguido que se les admita a trámite la solicitud de asilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario